En la actualidad, ha crecido la consciencia entorno a la importancia de la salud mental y eso es muy positivo, pero a la par, con mucha facilidad podemos usar términos como “ansiedad” con cierta flexibilidad. Y es común

Es fundamental distinguir

Todos con el ritmo de vida actual solemos experimentar inquietud y nerviosismo, esa sensación de incomodidad con el entorno o con nosotros mismos, que se puede mezclar con miedo y enojo. Solemos llamar a esos estados “ansiedad” y usualmente son pasajeros si encontramos formas de tranquilizarnos y enfocar nuestra mente en otros asuntos.

En algunos casos, esos estados sí escalan en su frecuencia y gravedad, y forman parte de los síntomas una enfermedad mental como tal llamada trastorno por ansiedad la cual requiere atención de parte de profesionales. El tratamiento para este trastorno lo debe definir el médico especialista según el caso particular. Sin embargo, es muy común que parte del tratamiento indique técnicas que contribuyan a tener más serenidad y manejar mejor esas olas de inquietud que son parte del

El mindfulness cómo sí ayuda

Por tanto, hay que ser muy cuidadosos en distinguir lo que sí requiere atención de profesionales de la salud con situaciones más o menos cotidianas. Sin embargo, ambas situaciones sí tienen algo en común: es más fácil enfrentarlas con ejercicios de mindfulness.

Obviamente, en el caso del trastorno el mindfulness puede ser parte del tratamiento, pero no será ni lo único ni la solución, será una de las técnicas que el profesional puede recomendar o que el paciente puede llegar a incorporar para ayudarse.

En el otro caso, nos permite salir del paso y como esos estados suelen alimentarse de lo mismo que los provoca, pues sí nos serenamos les quitamos el “combustible” y los sufriremos menos intensamente y más alejados unos de otros.

¿Cómo uso a mi favor el mindfulness?

Esta técnica cuyo nombre quiere decir “atención plena” tiene sus raíces más antiguas en la India. El meollo es enfocarse en el “aquí y en el ahora”. Eso nos ancla al momento presente, nos ayuda a percibir la realidad del entorno y nos permite centrarnos en lo que sentimos sin juzgarlo como bueno o malo, cierto o imaginario, simplemente se acepta que está presente.

La primera recomendación del mindfulness es la respiración, así que se invita a fijar la atención en cómo entra el aire y cómo sale. Esto tiene doble efecto, porque permite centrar la mente y ganar control, pero a la vez los mayores niveles de oxigenación generan calma interna.

La segunda recomendación es prestar atención a dónde sentimos la ansiedad o la incomodidad, ubicarla en el cuerpo, reconocer su presencia. A continuación, se trata de observarla como si estuviera frente a nosotros, dándole con nuestra imaginación una forma, un color, un sonido o un olor. Es decir, no se trata de evitar el pensamiento o la idea inquietante sino verlo frente a nosotros como contenido.

La tercera recomendación es imaginar los pensamientos especialmente los amenazantes como nubes. Tal vez algunos parezcan nubes de tormenta, pero igual se pueden ir con el viento alejarse o volverse nubes más ligeras. En este ejercicio también vemos a esas ideas como presentes pero que ni son parte de nosotros y que se pueden ir.

Aquí, ahora y en todo lugar

Poco a poco el peso de las ideas negativas se diluye y tú te centras en tu cuerpo, en su respiración, en los sonidos o colores que te rodean y te reconectas. En la medida en la que vas practicando estas propuestas puedes adaptarlas y crear nuevas que te funcionen a ti. Recuerda que la clave es centrar la atención en el aquí y en el ahora, y aceptar tus emociones y sensaciones sin engancharte ni regañarte.

Estas tácticas las puedes usar cuando sientas que estás sobrepasado para tener un descanso; o las puedes hacer parte de tu rutina antes de irte a descansar. Algunos también recomiendan incorporar esa consciencia y atención plena a la mayor cantidad de actividades de la vida: al comer, al bañarte, al caminar por la calle como una manera de estar más presente y enfocado.